Esther Bajo

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Periodista, madre y amante de las palabras, los guijarros y la filantropía. Desde adolescente he tenido una intensa actividad cultural y política. Comencé trabajando en Radio Nacional en León y, durante veinticinco años, he trabajado en distintos medios escritos. Fue decisivo mi paso por Diario 16 Burgos, donde, bajo la dirección de José Luis Estrada Liébana, un grupo de excelentes periodistas, escritores y artistas, pudieron expresarse con tanta libertad como coraje. Mi trabajo allí me valió algunos reconocimientos, como mi inclusión en el “Diccionario de la Cultura de Burgos” (Fernando Ortega, Editorial Dossoles) o la publicación de un libro sobre el suplemento cultural que puse en marcha y dirigí (“El Dorado de Castilla”, Fernando Ortega y Carlos de la Sierra). Tras la muerte de mi marido y de mi madre me trasladé con mis hijas a la isla mínima de Gozo, en Malta, donde he vivido cinco años. De vuelta a León, he publicado el libro de poesía “Duelo” (editorial Multiverso), la novela "Misterios Gozosos" (Editorial Amarante) y el ensayo "Ven y Mira" (editorial Reino de Cordelia). Sigo escribiendo y doy clases de Español a inmigrantes, como voluntaria.

GOZADAS / Gozo, "el beneficio de estar lejos"


Un viajero francés del siglo XIX, Federico Lacroïx, relata una anécdota muy reveladora que presenció en la isla de Gozo. Un soldado francés llegó a su buque cuando éste ya se alejaba y alquiló una lancha con cuatro hombres para alcanzarlo. Los hombres remaron con fuerza extraordinaria durante muchas millas, hasta que tuvieron que rendirse a la evidencia de que el buque estaba demasiado lejos. Desesperado, el oficial francés, no quiso resignarse y, blandiendo su espada, amenazó a los remeros. En este dilema, dice Lacroix, otros marineros se hubieran resignado a bogar hasta no poder más o se hubieran quitado de encima al histérico patrón atizándole con sus remos. ¿Pero qué hicieron los cuatro gozitanos? "Tomaron un partido más prudente; arrojaron sus remos, saltaron sobre los costados del buque y se salvaron a nado, dejando a nuestro héroe, espada en mano, esgrimiéndola contra las olas, y allí quedó meditando sobre las vicisitudes de las cosas humanas, hasta que fue apercibido por una lancha pescadora que volvía de Sicilia". Eso sí, los de la lancha, al verle ahí abandonado, pensaron que tendría la peste y, con una cuerda, lo remolcaron hasta el lazareto, donde quedó el francés con más motivos que nunca para meditar "sobre las vicisitudes de las cosas humanas".

Lacroix cuenta la anécdota para ilustrar sobre la formidable destreza de los gozitanos para la natación, pero a mí me parece significativa también de su idiosincrasia, pues no son un pueblo que avasalle ni se deje avasallar, acogedor por conveniencia y tradición pero en absoluto servil.

El mismo libro -tan curioso como divertido- describe a los malteses como fieles, activos, económicos, industriosos, vigorosos en el trabajo, llenos de valor y audacia, sobrios, "tan amantes de su país nativo que no pueden permanecer mucho tiempo en un país extranjero al cual le ha arrojado la miseria" y "tan propensos a los sentimientos piadosos que, aún en medio del escepticismo del siglo actual continúan haciendo sus prácticas religiosas con el mismo fervor que antes". Coincido completamente. Por contra, señala como vicios comunes que son violentos, vengativos, a veces poco sinceros, extremadamente celosos y supersticiosos. Probablemente también sea cierto, aunque no en su carácter violento, al menos un siglo y medio después de que eso fuera escrito. Sí le doy la razón en que "uno de los rasgos característicos es el espíritu mercantil y de cálculo" y en su "amor al dinero".




A lo largo del libro es fácil encontrar otras características plenamente actuales, como el paisaje de pueblos de casitas bajas de piedra con imponentes iglesias, de las que Lacroix dice que "en el exterior son de la mayor sencillez y en el interior, de una riqueza deslumbrante", lo que también puede decirse de las casas. Señala "el gusto pésimo" de las mujeres ricas, que "tienen la manía por las joyas y se cargan el pescuezo, las manos y los brazos de oro" y, en particular, de las gozitanas, señala que "llevan jubones que sólo llegan hasta debajo de los pechos y que ajustan de tal modo que hacen salir a éstos, y como la pañoleta con que los cubren es transparente, sus atractivos están a discreción de las curiosas miradas"... y la cita me hace sonreir cuando veo, en las noches del sábado o en las fiestas, la profusión de escotes, minifaldas y tacones de aguja en las mujeres, que se desquitan así de tanto pudor religioso. También siguen siendo exageradas y recargadas tanto en la ropa como en la decoración de las casas y en las fiestas, en las que, entonces como ahora, hay luces por todas partes, aunque ni Lacroix ni yo atribuimos eso al mal gusto sino a una estética infantil y mágica. "En todas partes se oye música y muy buena", y ahí también he de decir que, no sólo tienen buen gusto musical, sino cantantes impresionantes.

Pero también entonces Gozo y los gozitanos eran considerados singulares dentro del diminuto archipiélago maltés. Dice Lacroix que "aunque su suelo es naturalmente más fértil que el de Malta, el aspecto del Gozo es más alegre que el de Malta por razón de las montañas que hay en el país y por el verdor que adorna sus costados. Aquí se ofrecen a la vista a cada instante perspectivas grandiosas y sitios pintorescos". Y con esto, creo, está todo dicho.

Por aquel entonces, la travesía entre Malta y Gozo se hacía, habiendo buen tiempo y viento favorable, en menos de dos horas. Actualmente, el ferry recorre esa distancia en media hora. El Gobierno planea hacer un túnel o un puente que facilite aún más la comunicación y hay controversia al respecto. Muchos tememos que el asfalto que facilite la salida de los jóvenes hacia la Universidad también facilite la entrada de los especuladores urbanísticos. Y es que, como, una vez más, dice ese agudo viajero francés, "El Gozo ha disfrutado del beneficio de estar lejos", y en esa relativa lejanía reside buena parte de lo que a todos los visitantes nos induce a sentir que estamos en un lugar único y especial.


GOZADAS / Lo menos de lo menos y lo más de lo más

El pueblo más pequeño de una de las islas más pequeñas del mundo se llama Ghasri y, si el cercano Zebbug, hace referencia con su nombre al acebuche, éste alude a las prensas de aceituna con las que se hace el aceite. Sigue habiendo algunos olivos pero, sobre todo, un valle, Wied i-Ghasri, espectacular, sobre todo en primavera; un faro, Ta' Gurdan, desde cuya altura de 180 metros sobre el nivel del mar puede verse el valle y cuya luz se ve a 50 kilómetros de distancia; algunas salinas, una de las iglesias más antiguas, de principios del siglo XII y, sobre todo, Wiel il-Mielah Window, una segunda ventana rocosa al mar que se forma al final del valle y de un estrecho entrante de mar, de agua verdiazulada y que incluye una recóndita y maravillosa playa. No le faltan, pues, encantos, a un lugar tan pequeño que, una vez más, es un concentrado de belleza.




GOZADAS / El condimento del archipiélago


Es poco más que un peñasco que aflora del mar entre Malta y Gozo, de dos kilómetros de largo y 1,7 de ancho, pero es también mucho más. De nuevo, me quedo prendida y prendada de los nombres: Malta, una palabra que remite a la dulce miel y que tiene tantas resonancias (el halcón maltés, el bichón maltés, la leche malteada, la fiebre de Malta...) e historia, que es como una partícula elemental que concentra una enorme densidad; Gozo... el nombre realmente lo dice todo, es el placer más carnal y más espiritual; y Comino, el nombre de la especia que campaba a sus anchas por el islote cuando recibió ese nombre y el nombre cariñoso que se le da a algo o alguien realmente diminuto.


Decir que está deshabitado es mucho decir, si se tiene en cuenta la horda de turistas que van a bañarse en las aguas cristalinas de la Blue Lagoon durante buena parte del año y los clientes que acuden a su hotel buscando un paraíso que demasiadas personas encuentran, pero también tuvo mucha vida en siglos pasados, pues ya en época romana vivían algunos agricultores que sufrieron los ataques de los piratas y supieron defenderse en los numerosos albergues que la naturaleza les ofrecía, a los que, posteriormente, la Orden de Malta añadió algunas torres de vigilancia, una de las cuales, la de Santa María, en pie y presidiendo el canal, es la Prisión de If en la última versión cinematográfica del Conde de Montecristo, aunque hay bastantes películas más que han utilizado ese islote rocoso y virgen -sin carreteras ni coches y declarado reserva natural- como escenario. Sus escarpados acantilados, sus dos pequeñas y hermosas playas de arena, sus pequeños arroyos, su naturaleza virgen de arbustos silvestres y las cuevas que salpican su costa se prestan bien a ello.


GOZADAS / Gigantes en Liliput


Los primeros pobladores conocidos de Gozo se encontraron dos grandes templos que dominan un amplio y hermoso valle. No había memoria de quiénes los construyeron, pero tuvieron claro que sus predecesores fueron una raza de gigantes. ¡Gigantes en una isla mínima! Es chocante, pero comprensible, pues esos dos templos, adosados uno a otro, están hechos con bloques de caliza -que tuvieron que arrastrar desde la costa sobre enormes piedras labradas en forma de esfera-, algunos de los cuales tienen hasta cinco metros de altura y pesan cincuenta toneladas

Si los viéramos desde el aire, nos parecerían dos tréboles. Son, sin duda alguna, templos, pues pueden reconocerse fácilmente su entrada, pasillo central, ábsides y altares. Fueron construidos hace más de tres mil años (entre el 3600 y el 2500 antes de nuestra Era) y son, por tanto, considerados los templos más antiguos de cuantos han sobrevivido en el mundo; por tanto, Patrimonio de la Humanidad y una visita imprescindible. De la palabra maltesa para gigante (ggant) viene Ggantija, su nombre.






















Antes de acceder a ellos, por un paseo desde el que pueden verse las plantas que entonces tapizaban la isla, hay que atravesar un pequeño museo en el que, entre otras cosas, están algunas de las estatuas y objetos encontrados en los templos. Son suficientes como para poder hacernos una idea bastante exacta de las herramientas que utilizaban y su función, los objetos con los que se adornaban, qué comían, cómo eran y se veían a si mismos e, incluso, para quién






















levantaron 
esos gigantescos templos, pues, junto con algunas diminutas y esquemáticas figuras que pudieran ser masculinas, hay diversas estatuas, de todos los tamaños, de mujeres; todas similares, con idéntica falda y un aspecto que hace pensar que Botero se ha pasado la vida pintándolas. 

Así pues, los investigadores piensan que esa raza de gigantes o, al menos, de humanos que dominaban tanto la fuerza como la sensibilidad artística, adoraba a una diosa, para la que construyeron esos hermosos y magníficos templos. Debían realizarle sacrificios de animales, por los restos de fuego que hay en las piedras dispuestas a modo de altares y también se cree que las piedras interiores (de una clase de caliza más blanda que la de los sillares exteriores) estaban enyesados y pintados, pues había algunos restos de ocre rojizo.
Se la llama la Diosa Madre, aunque también podría llamársele la Diosa Tierra, la Diosa Vida, la Diosa Mar...