Esther Bajo

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Periodista, madre y amante de las palabras, los guijarros y la filantropía. Desde adolescente he tenido una intensa actividad cultural y política. Comencé trabajando en Radio Nacional en León y, durante veinticinco años, he trabajado en distintos medios escritos. Fue decisivo mi paso por Diario 16 Burgos, donde, bajo la dirección de José Luis Estrada Liébana, un grupo de excelentes periodistas, escritores y artistas, pudieron expresarse con tanta libertad como coraje. Mi trabajo allí me valió algunos reconocimientos, como mi inclusión en el “Diccionario de la Cultura de Burgos” (Fernando Ortega, Editorial Dossoles) o la publicación de un libro sobre el suplemento cultural que puse en marcha y dirigí (“El Dorado de Castilla”, Fernando Ortega y Carlos de la Sierra). Tras la muerte de mi marido y de mi madre me trasladé con mis hijas a la isla mínima de Gozo, en Malta, donde he vivido cinco años. De vuelta a León, he publicado el libro de poesía “Duelo” (editorial Multiverso), la novela "Misterios Gozosos" (Editorial Amarante) y el ensayo "Ven y Mira" (editorial Reino de Cordelia). Sigo escribiendo y doy clases de Español a inmigrantes, como voluntaria.

GOZADAS / Gigantes en Liliput


Los primeros pobladores conocidos de Gozo se encontraron dos grandes templos que dominan un amplio y hermoso valle. No había memoria de quiénes los construyeron, pero tuvieron claro que sus predecesores fueron una raza de gigantes. ¡Gigantes en una isla mínima! Es chocante, pero comprensible, pues esos dos templos, adosados uno a otro, están hechos con bloques de caliza -que tuvieron que arrastrar desde la costa sobre enormes piedras labradas en forma de esfera-, algunos de los cuales tienen hasta cinco metros de altura y pesan cincuenta toneladas

Si los viéramos desde el aire, nos parecerían dos tréboles. Son, sin duda alguna, templos, pues pueden reconocerse fácilmente su entrada, pasillo central, ábsides y altares. Fueron construidos hace más de tres mil años (entre el 3600 y el 2500 antes de nuestra Era) y son, por tanto, considerados los templos más antiguos de cuantos han sobrevivido en el mundo; por tanto, Patrimonio de la Humanidad y una visita imprescindible. De la palabra maltesa para gigante (ggant) viene Ggantija, su nombre.






















Antes de acceder a ellos, por un paseo desde el que pueden verse las plantas que entonces tapizaban la isla, hay que atravesar un pequeño museo en el que, entre otras cosas, están algunas de las estatuas y objetos encontrados en los templos. Son suficientes como para poder hacernos una idea bastante exacta de las herramientas que utilizaban y su función, los objetos con los que se adornaban, qué comían, cómo eran y se veían a si mismos e, incluso, para quién






















levantaron 
esos gigantescos templos, pues, junto con algunas diminutas y esquemáticas figuras que pudieran ser masculinas, hay diversas estatuas, de todos los tamaños, de mujeres; todas similares, con idéntica falda y un aspecto que hace pensar que Botero se ha pasado la vida pintándolas. 

Así pues, los investigadores piensan que esa raza de gigantes o, al menos, de humanos que dominaban tanto la fuerza como la sensibilidad artística, adoraba a una diosa, para la que construyeron esos hermosos y magníficos templos. Debían realizarle sacrificios de animales, por los restos de fuego que hay en las piedras dispuestas a modo de altares y también se cree que las piedras interiores (de una clase de caliza más blanda que la de los sillares exteriores) estaban enyesados y pintados, pues había algunos restos de ocre rojizo.
Se la llama la Diosa Madre, aunque también podría llamársele la Diosa Tierra, la Diosa Vida, la Diosa Mar... 






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