Esther Bajo

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Periodista, madre y amante de las palabras, los guijarros y la filantropía. Desde adolescente he tenido una intensa actividad cultural y política. Comencé trabajando en Radio Nacional en León y, durante veinticinco años, he trabajado en distintos medios escritos. Fue decisivo mi paso por Diario 16 Burgos, donde, bajo la dirección de José Luis Estrada Liébana, un grupo de excelentes periodistas, escritores y artistas, pudieron expresarse con tanta libertad como coraje. Mi trabajo allí me valió algunos reconocimientos, como mi inclusión en el “Diccionario de la Cultura de Burgos” (Fernando Ortega, Editorial Dossoles) o la publicación de un libro sobre el suplemento cultural que puse en marcha y dirigí (“El Dorado de Castilla”, Fernando Ortega y Carlos de la Sierra). Tras la muerte de mi marido y de mi madre me trasladé con mis hijas a la isla mínima de Gozo, en Malta, donde he vivido cinco años. De vuelta a León, he publicado el libro de poesía “Duelo” (editorial Multiverso), la novela "Misterios Gozosos" (Editorial Amarante) y el ensayo "Ven y Mira" (editorial Reino de Cordelia). Sigo escribiendo y doy clases de Español a inmigrantes, como voluntaria.

GOZADAS / Dwejra, la casa del sol poniente


El Azzure Window es el soberbio escenario utilizado en varias películas, como "Duelo de titanes" o "Juego de tronos" y el fondo utilizado por miles de turistas para hacerse sus más preciadas fotos durante su visita a Gozo. Para los malteses, es el mejor lugar en el que contemplar la puesta de sol; para los gozitanos, su icono. Para mí, el primer lugar que visité en Gozo y el que me decidió a plantarme en esta isla mínima. Al mar le gusta, sin duda, modelar las rocas y hacer con ellas formas caprichosas o imponentes, pero aquí se dan ambas cosas juntas y en el juego del agua y la piedra participa, como invitada estelar, la luz. Es un lugar para ver, para estar, para sumergirse en todos los sentidos; de hecho, es inevitable hacerlo. En un día de otoño, al atardecer, entra en la categoría de mágico. He ido muchas veces y siempre es diferente, porque luz, agua y roca dan para una gama quizá infinita de combinaciones; también de estados de ánimo.


Pero esta entrada no se llama Ventana Azul sino Dwejra, que es el nombre de la bahía (que significa "casita"), porque la magia del lugar se extiende en todas direcciones. Así, la conmoción que causa el grandioso arco se acompaña del placer de pisar una roca caliza plagada de fósiles milenarios, en la que se forman charcos de agua que reflejan el cielo como un puzzle y, cuando sólo queda la sal, se convierten en auténticos espejos. Como si la piedra que hoy es gigantesco vano se hubiera desplazado mágicamente, frente al Azzure está el Fungus Rock, una gran roca de sesenta metros de altura que se llama así porque en ella crece una planta exclusiva, el Fucus coccineus melitensis u Hongo de Malta, cuyas propiedades salutíferas han sido siempre tan apreciadas que los Caballeros de la Orden de Malta tenían terminantemente prohibida su recolección para evitar que se extinguiera (o para aprovechar en exclusiva sus supuestas virtudes afrodisíacas), so pena de muerte o de una vida remando en galeras. Hoy, por supuesto, sigue en pie la prohibición, pero las penas son más benignas.

El nombre de Dwejra se lo da a la bahía la torre de vigilancia del siglo XVI que está frente a ella y que se utiliza, entre otras cosas, para hacer observaciones astronómicas porque, en efecto, el cielo es parte esencial del subyugador conjunto. Significa "cabaña", nombre de enorme modestia que más bien se podría asociar con las casetas de pescadores que rodean el llamado Mar Interior, una pequeña playa que recoge el agua de mar que entra, desde el Azzure Window, por una cueva natural. Esas casetas se llenan, al atardecer, de familias que sacan de ellas sus mesas, sillas y barbacoas; estrellas y fogatas son entonces las únicas luces de esa especie de laguna flanqueada de altísimas rocas.

Creo que todo el que lo visita es susceptible del encanto de este lugar, pero temo que, como tantas otras cosas, deje una impresión superficial y fugaz, que suele resolverse en un selfie y, si acaso, un momento romántico, pero su belleza es más profunda. Por más que se haya popularizado como escenario cinematográfico, no es un escenario, es un regalo pacientemente modelado por la naturaleza a lo largo de milenios y, como la propia isla, repleto de matices.


EL AZZURE WINDOW SE HUNDIÓ BAJO EL MAR, TRAS LOS EMBATES DE UN FUERTE TEMPORAL, EL MISMO DÍA EN EL QUE TERMINÓ DE ESCRIBIRSE lA NOVELA "MISTERIOS GOZOSOS", EL 8 DE MARZO DE 2017



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