Esther Bajo

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Periodista, madre y amante de las palabras, los guijarros y la filantropía. Desde adolescente he tenido una intensa actividad cultural y política. Comencé trabajando en Radio Nacional en León y, durante veinticinco años, he trabajado en distintos medios escritos. Fue decisivo mi paso por Diario 16 Burgos, donde, bajo la dirección de José Luis Estrada Liébana, un grupo de excelentes periodistas, escritores y artistas, pudieron expresarse con tanta libertad como coraje. Mi trabajo allí me valió algunos reconocimientos, como mi inclusión en el “Diccionario de la Cultura de Burgos” (Fernando Ortega, Editorial Dossoles) o la publicación de un libro sobre el suplemento cultural que puse en marcha y dirigí (“El Dorado de Castilla”, Fernando Ortega y Carlos de la Sierra). Tras la muerte de mi marido y de mi madre me trasladé con mis hijas a la isla mínima de Gozo, en Malta, donde he vivido cinco años. De vuelta a León, he publicado el libro de poesía “Duelo” (editorial Multiverso), la novela "Misterios Gozosos" (Editorial Amarante) y el ensayo "Ven y Mira" (editorial Reino de Cordelia). Sigo escribiendo y doy clases de Español a inmigrantes, como voluntaria.

GOZADAS / Plus quam valor Valetta valet


"Cuando se entra en el gran puerto de la Ciudad Valeta, se queda uno pasmado de la hermosura del espectáculo que se despliega a su vista. Aquella ciudad, que se extiende en anfiteatro y parece mirarse en las ondas transparentes que la rodean; aquellos arrabales que se avanzan atrevidamente en el puerto enfrente de la ciudad principal; aquellas ensenadas cómodas donde se mecen navíos de todas dimensiones, llevando pabellones de todos colores; los numerosos edificios cuyo remate domina las casas que le rodean; las obras de fortificación y las ciudadelas que defienden la proximidad de la capital en todos sus puntos accesibles: todo esto forma un panorama grandioso y casi único en su género, una escena que hiere vivamente la imaginación". De nuevo recurro a Federico Lacroïx para definir la capital de Malta que, una vez más, se adapta perfectamente a una descripción hecha en 1771. Pueden pisarse aún las mismas calles empedradas y dispuestas en perfecta cuadrícula, muchas de las cuales bajan hasta el mar.

En esa época, no podía compararse esa ciudad "a ninguna otra capital en todo el mundo por la limpieza", aunque Lacroïx atribuye "al polvo del suelo, de las paredes de las casas y de las baldosas sobre las que se camina" las "cegueras y los males de ojos que en general aflijen a los habitantes de esta isla". Ciertamente, la construcción en piedra caliza, unida a las tempestades de polvo que llegan desde Libia, causan, no sé si problemas en la vista, pero sí, desde luego, que la limpieza de las casas tenga que ser constante.


Los edificios de La Valeta, como los de Gozo, pueden dividirse en los que resistieron los devastadores bombardeos de la II Guerra Mundial y los construidos después de esa fecha. Los primeros son una auténtica maravilla y muy bien construidos, además de contar a menudo con balconadas de madera, un elemento que prácticamente despareció tras siglos en los que los árboles eran continuamente requeridos para construir fortificaciones. Las casas más recientes, sin carecer de armonía, están construidas de pena, a menudo por los propios y no profesionales compradores.

Una guía de La Valeta es demasiado fácil de encontrar como para añadirla en este post y, desde luego, empezará por la visita a la Concatedral de la Orden de Malta, con su esplendor barroco llevado casi al hastío, sus impresionantes lápidas funerarias cubriendo el suelo y el maravilloso cuadro de Caravaggio sobre la decapitación de San Juan.

Mdina, la antigua capital de la isla, es un viaje a través del túnel del tiempo que merece la pena hacer, pero es, en realidad, como visitar un museo, pues carece de vida. La Valeta, sin embargo, a pesar de que su fibra vital también va en decadencia, en favor de las ciudades modernas y bulliciosas que la rodean, sigue teniendo el encanto de las ciudades portuarias, pues hoy, como hace doscientos años, "los marinos ingleses aman mucho el puerto de Malta, lo que es fácil de comprender: el vino va barato, aguardiente hay mucha, frutos en abundancia, comidas frecuentes y espléndidas, caballos excelentes y mujeres amabilísimas. Añádase a esto que, como son tan profundos los diferentes puertos, el barco casi toca con la orilla" y añádase hoy, también, que sea un país con bandera de conveniencia. Así que, "en las calles, en los salones, en el puerto, se encuentran personas de todas naciones y de las clases más opuestas: "embajadores, cónsules, gobernadores de las Indias, naturalistas, misioneros, refugiados berberiscos, oficiales, franceses, italianos, egipcios, leones africanos destinados para la Torre de Londes y jirafas conducidas por especuladores a Europa". Sustituyamos los leones y las jirafas por turistas.









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