Esther Bajo

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Periodista, madre y amante de las palabras, los guijarros y la filantropía. Desde adolescente he tenido una intensa actividad cultural y política. Comencé trabajando en Radio Nacional en León y, durante veinticinco años, he trabajado en distintos medios escritos. Fue decisivo mi paso por Diario 16 Burgos, donde, bajo la dirección de José Luis Estrada Liébana, un grupo de excelentes periodistas, escritores y artistas, pudieron expresarse con tanta libertad como coraje. Mi trabajo allí me valió algunos reconocimientos, como mi inclusión en el “Diccionario de la Cultura de Burgos” (Fernando Ortega, Editorial Dossoles) o la publicación de un libro sobre el suplemento cultural que puse en marcha y dirigí (“El Dorado de Castilla”, Fernando Ortega y Carlos de la Sierra). Tras la muerte de mi marido y de mi madre me trasladé con mis hijas a la isla mínima de Gozo, en Malta, donde he vivido cinco años. De vuelta a León, he publicado el libro de poesía “Duelo” (editorial Multiverso), la novela "Misterios Gozosos" (Editorial Amarante) y el ensayo "Ven y Mira" (editorial Reino de Cordelia). Sigo escribiendo y doy clases de Español a inmigrantes, como voluntaria.

GOZADAS / Dwejra, la casa del sol poniente


El Azzure Window es el soberbio escenario utilizado en varias películas, como "Duelo de titanes" o "Juego de tronos" y el fondo utilizado por miles de turistas para hacerse sus más preciadas fotos durante su visita a Gozo. Para los malteses, es el mejor lugar en el que contemplar la puesta de sol; para los gozitanos, su icono. Para mí, el primer lugar que visité en Gozo y el que me decidió a plantarme en esta isla mínima. Al mar le gusta, sin duda, modelar las rocas y hacer con ellas formas caprichosas o imponentes, pero aquí se dan ambas cosas juntas y en el juego del agua y la piedra participa, como invitada estelar, la luz. Es un lugar para ver, para estar, para sumergirse en todos los sentidos; de hecho, es inevitable hacerlo. En un día de otoño, al atardecer, entra en la categoría de mágico. He ido muchas veces y siempre es diferente, porque luz, agua y roca dan para una gama quizá infinita de combinaciones; también de estados de ánimo.


Pero esta entrada no se llama Ventana Azul sino Dwejra, que es el nombre de la bahía (que significa "casita"), porque la magia del lugar se extiende en todas direcciones. Así, la conmoción que causa el grandioso arco se acompaña del placer de pisar una roca caliza plagada de fósiles milenarios, en la que se forman charcos de agua que reflejan el cielo como un puzzle y, cuando sólo queda la sal, se convierten en auténticos espejos. Como si la piedra que hoy es gigantesco vano se hubiera desplazado mágicamente, frente al Azzure está el Fungus Rock, una gran roca de sesenta metros de altura que se llama así porque en ella crece una planta exclusiva, el Fucus coccineus melitensis u Hongo de Malta, cuyas propiedades salutíferas han sido siempre tan apreciadas que los Caballeros de la Orden de Malta tenían terminantemente prohibida su recolección para evitar que se extinguiera (o para aprovechar en exclusiva sus supuestas virtudes afrodisíacas), so pena de muerte o de una vida remando en galeras. Hoy, por supuesto, sigue en pie la prohibición, pero las penas son más benignas.

El nombre de Dwejra se lo da a la bahía la torre de vigilancia del siglo XVI que está frente a ella y que se utiliza, entre otras cosas, para hacer observaciones astronómicas porque, en efecto, el cielo es parte esencial del subyugador conjunto. Significa "cabaña", nombre de enorme modestia que más bien se podría asociar con las casetas de pescadores que rodean el llamado Mar Interior, una pequeña playa que recoge el agua de mar que entra, desde el Azzure Window, por una cueva natural. Esas casetas se llenan, al atardecer, de familias que sacan de ellas sus mesas, sillas y barbacoas; estrellas y fogatas son entonces las únicas luces de esa especie de laguna flanqueada de altísimas rocas.

Creo que todo el que lo visita es susceptible del encanto de este lugar, pero temo que, como tantas otras cosas, deje una impresión superficial y fugaz, que suele resolverse en un selfie y, si acaso, un momento romántico, pero su belleza es más profunda. Por más que se haya popularizado como escenario cinematográfico, no es un escenario, es un regalo pacientemente modelado por la naturaleza a lo largo de milenios y, como la propia isla, repleto de matices.


EL AZZURE WINDOW SE HUNDIÓ BAJO EL MAR, TRAS LOS EMBATES DE UN FUERTE TEMPORAL, EL MISMO DÍA EN EL QUE TERMINÓ DE ESCRIBIRSE lA NOVELA "MISTERIOS GOZOSOS", EL 8 DE MARZO DE 2017



GOZADAS / Fortaleza de sangre y piedra


La Ciudadela de Victoria o Rabat resume toda la isla, además de ser una atalaya desde la que puede contemplarse casi por completo. Allí se instalaron los primeros pobladores del archipiélago, de origen desconocido, que llegaron desde Sicilia, hace más de seis mil años. Ya era el centro neurálgico de la isla en el Neolítico; así, en la Edad de Bronce, hace casi tres mil años, fue fortificada, de modo que ya sintieron la necesidad de utilizar ese promontorio rocoso que domina el centro justo de la isla para vigilar y defenderse. Los fenicios, que aparecieron por aquí en el año 1000 a.C., la convirtieron en una acrópolis; griegos, cartagineses y, finalmente, los romanos, que convirtieron Gozo en una municipalidad privilegiada e independiente de Malta, la completaron, construyendo en el centro un templo a la diosa Juno sobre el que hoy se encuentra la Catedral de Gozo. Que presidiera la isla la diosa madre es congruente con otras teorías, algunas realmente esotéricas y absurdas, que relacionan los primeros cultos de la isla a diosas de una u otra clase. Lo cierto es que esta isla es, definitivamente, femenina: "gozosa" o "gozada" le vendrían mejor como nombres... si me permiten la broma.
En sus imponentes muros se puede ver la mano de los normandos, de los españoles -aragoneses, concretamente- y de la Orden de Malta, que la reconstruyó en el siglo XVI, después de mil y un saqueos por parte de los turcos y los piratas norteafricanos, pero en 1551 tuvo lugar la madre de todos los asedios, en la que los turcos consiguieron matar, de forma violenta o de hambre, a buena parte de los 5.000 gozitanos que entonces vivían en la isla y esclavizar al resto, dejando sólo a cuarenta ancianos y discapacitados que tardaron cincuenta años en rehacerse como pueblo -junto con los repobladores malteses y quienes, con los años, consiguieron volver- y en rehacer, con la ayuda de la Orden, la Ciudadela. 
Hasta 1637 no se les fue el miedo del cuerpo y, cada noche, los isleños subían a la Ciudadela para dormir allí, a resguardo de quienes surcaran el mar nocturno con malas intenciones.
Hoy, recién restaurados los accesos por la Unión Europea, cuenta con un centro de visitantes. 
Su enorme puerta es la del túnel del tiempo. Las callejuelas giran en torno a la plaza de la Catedral, abrazándola entre muros enrejados que ascienden hasta la parte superior de la muralla, donde la vista se pierde por los valles y las suaves inclinaciones del relieve en las que se posan pueblecitos como de juguete, con sus casas bajas de piedra en torno a las altas cúpulas de sus iglesias. 
Todo está ceñido por el mar y el cielo intensamente azul, durante el día, violeta y rojo al atardecer, recamado de estrellas en la noche, cuando el silencio deja oír el dolor que ha empapado esas piedras durante siglos; aunque también la esperanza: en la vieja prisión, por ejemplo, estuvo preso Jean de la Valette, que bien podría hablarnos de cómo se puede llegar a lo más bajo -fue sentenciado a pasar cuatro meses en un agujero cavado en una de esas celdas, por golpear a un sirviente- y ascender, desde allí, hasta lo más alto, la dignidad de Gran Canciller y el honor de dar su nombre a la capital de Malta, La Valetta.

GOZADAS / El mirador del amor y la nostalgia

"Cuando Hermes hubo arribado a aquella isla tan lejana, salió del violáceo ponto, saltó en tierra, prosiguió su camino hacia la vasta gruta donde moraba la ninfa de hermosas trenzas y hallóla dentro. Ardía en el hogar un gran fuego, y el olor del hendible cedro y de la tuya, que en él se quemaban, difundíase por la isla hasta muy lejos; mientras, ella, cantando con voz hermosa, tejía en el interior con lanzadera de oro. Rodeando la gruta había crecido una verde selva de chopos, álamos y cipreses olorosos donde anidaban aves de luengas alas: búhos, gavilanes y cornejas marinas, de ancha lengua, que se ocupaban en cosas del mar. Allí mismo, junto a la honda cueva, extendíase una viña floreciente, cargada de uvas, y cuatro fuentes manaban muy cerca la una de la otra, dejando correr en varias direcciones su aguas cristalinas. Veíanse en contorno verdes y amenos prados de violetas y apio; y, al llegar allí, hasta un inmortal se hubiese admirado, sintiendo que se le alegraba el corazón".



La descripción que Homero hace de la cueva de Calipso, en la isla de Ogigia, tiene poco que ver con la que los gozitanos muestran, pero ésta es igualmente un lugar en el que el corazón se alegra y, al mismo tiempo, se estremece de nostalgia, la que la ninfa debió de sentir cuando, después de siete años de amor apasionado, su amante, al que ese tiempo pareció pasar en siete días, decide volver con su mujer y los dioses la ordenan dejarle partir. En lo alto de la roca que cae por una verde y abrupta ladera hasta la roja playa de Ramla l-Ħamra y el brillante mar, Calipso vio partir a Ulises en el barco que ella misma mandó construir y llenar de provisiones. ¿Volvió él la vista atrás? ¿Echó una mirada de amor y duda a esa mujer que tanto le amaba y a los hijos que, según la leyenda, tuvieron? Ella, en todo caso -dice la leyenda- murió de pena.

No se sabe dónde está Ogigia, la llamada Cueva de Calypso es sólo una pequeña cueva junto a un mirador que se interna en el viento como la proa de un barco. Da igual. El lugar permite perfectamente reproducir los sentimientos de amor y nostalgia de la ninfa.
No hay, pues, cueva, sino mirador, pero toda la isla lo es. En realidad, cada vez que se inicia el descenso hacia alguna de las pequeñas playas y bahías -mi favorita es Hondoq-, el espectáculo quita la respiración.






GOZADAS / Puro Gozo



Xerry es un apellido común en Malta que, tanto si viene del italiano como del árabe, al parecer tiene significados tipo "lucha, cruel, ira"; Bukkett es un ramito de flores (bouquet), de modo que los dos nombres juntos ya dan una idea de totalidad. Desde la calle Iz-Zewwieqa, ya antes de atravesar la puerta, puedes quedarte sin respiración, pues el vano enmarca un pedazo de una de las vistas más asombrosas y bellas que puedan verse, con el intenso brillo del mar, la diminuta isla de Comino y su islote de Cominoto, entre las cuales parece haber caído del cielo un bote de pintura de irreal azul (la Blue Laggon) y, al fondo, la isla de Malta. Atravesada la puerta, al fondo hay dos terrazas, en distintos niveles, desde las que, además, puede verse, al fondo, el puerto de Mgarr. Con ese panorama, a distintas horas del día, días en diferentes estaciones del año, noches de luna llena... siempre hay un cuadro que contemplar. 

Xerry il-Bukket, además, es un bar de pueblo, a pesar de tener todas las características para hacer de él un moderno, atestado, impersonal y carísimo restaurante para turistas. Por el contrario, junto a los turistas hay siempre vecinos de Qala viendo el fútbol, charlando o jugando al Bocce, que es como llaman los malteses al ancestral juego romano de la petanca. 

Yo siempre llevo a los amigos que vienen a visitarme al Xerry como primera visita a la isla, para que se queden ya perdidamente enamorados de ella.


GOZADAS / Los mástiles del barco


No es una isla montañosa, pero tiene un relieve accidentado, con colinas, mesetas, acantilados... Como es Liliput, los gozitanos las consideran montañas y, por ejemplo, a los habitantes de Zebugg, un pueblo que se extiende sobre dos mesestas al noroeste de la isla, los consideran algo "singulares" por su "aislamiento" en las "montañas", a las que fácilmente se puede subir andando en no más de un cuarto de hora desde la capital.

En todo caso, no faltan atalayas, naturales y artificiales. Respecto a las primeras, la meseta más alta es la que ocupa Nadur, segunda población en importancia después de Victoria y cuyo nombre significa, precisamente, "vigilante". Desde sus 240 metros de altura se tienen vistas excepcionales de los campos de naranjos y limoneros. El Belvedere, junto a una antigua torre de telégrafos inglesa, es el mirador más famoso, aunque yo prefiero la vista hacia el otro lado, hacia el verde valle que conduce a la playa de Rambla, en lo que llamo el Balcón de Nadur: cada vez que voy por esa carretera no puedo evitar detenerme para dejar que la vista se extienda hacia el mar, con dulce vértigo. Esa cara norte del pueblo se alza sobre, nada menos, que tres valles paralelos que conducen a tres preciosas playas: la mencionada de Rambla Bay -la mayor de la isla- y las pequeñas y encantadoras San Blas -de bajada vertiginosa y la preferida por los gozitanos- y Dhalet Quorrot, a la que hacen especialmente pintoresca las casitas de pescadores excavadas en la roca de un acantilado y que hoy sirven, sobre todo, para guardar las barbacoas.






















También es una soberbia atalaya el
cementerio de Xaghra, sobre todo de noche, cuando las velas encendidas en las tumbas parecen acompañar las luces que se derraman por la isla.

Pero aún más impresionante es la vista desde Ta'Gurdan, donde se encuentra el único faro de Gozo. Aunque la altura es menor, 161 metros sobre el nivel del mar, es un lugar poco accesible, rodeado de plena naturaleza y, sobre todo en primavera, praderas con flores silvestres que bajan hasta una costa tan recortada que pareciera que el mar se ha entretenido en hacer en ella todo tipo de filigranas, entre otras una ventana rocosa parecida a la del Azzure Window a las afueras del pueblecito de Ghasri, junto a una estrecha entrada de mar en la que el agua adquiere infinitas tonalidades de azul verdoso.

Tampoco faltan atalayas artificiales en una isla que ha vivido siglos vigilando la llegada de posibles invasores y piratas y, por tanto, cercada de torres construidas por los caballeros de la Orden de Malta, y por iglesias entre las que hay que destacar el campanario de 61 metros de altura de Ta'Pinu, el mayor centro de peregrinación de la isla, enclavado en una zona de Gharb que, aunque distante del mar, visto de lejos da la impresión de que el santuario flota sobre sus aguas. Y, por supuesto, la Ciudadela de Victoria, desde la que se tiene una visión de todo el conjunto.








GOZADAS / El jardín flotante

 Llamar a Gozo un jardín flotante es, quizá, mucho decir, pero no en primavera. Es verdad que la escasez de lluvia y el constante viento no permiten que la isla sea un vergel, pero la tenacidad de los agricultores, que no se han dejado seducir por la posibilidad de convertir sus huertos en bloques de apartamentos, hacen que la isla se tapice de verde cada primavera. Las flores no faltan durante ninguna estación del año, pero a partir de marzo se desmelenan. La urbanización en forma de casas bajas de dos o tres alturas, con patio en cada edificio, favorece la profusión de jardines y pequeños huertos en los centros urbanos. Y en el centro del centro, hay un hermoso jardín público, Villa Rundle, en medio de la capital, Victoria o Rabat, que ocupa el ombligo de la isla.

Lo creó un tal general Leslie Rundle, gobernador inglés de Malta, en 1915. Tiene altos árboles, especialmente palmeras, un pequeño anfiteatro en el que se hacen representaciones, un espacio de juegos infantiles, una fuente que preside el conjunto y le da frescura en verano... y dos cosas muy útiles: wifi libre y baños públicos en perfecto estado. Lo de los baños públicos parece indigno de ser mencionado, pero no hay pueblo sin ellos, a menudo más amplios, cómodos y limpios que los de la mejor cafetería y son, en mi opinión, una prueba de civismo personal y bienestar público.

Villa Rundle está dividido en cuatro partes, que corresponden a cada una de las estaciones del año, y son los jardines más mimados que he visto jamás. Cada mañana, bien temprano, una tropa de jardineros se afana en mantenerlos limpios, variando constantemente las flores, que no faltan nunca y que, a menudo, impregnan de perfume, no sólo el parque sino la calle más céntrica de Victoria, en la que se encuentra su entrada principal. 

Malta cuenta con algunos jardines dignos de ser visitados, como los Buskett Gardens, auténtico espacio natural dominado por el impresionante Palacio Verdala, el jardín botánico de San Anton; el exhuberante Parisio Garden, en el que las flores participan del barroco maltés, el exótico Bird Park y, por supuesto, los Barrakka Gardens desde los que se domina el puerto de La Valetta; pero Gozo ofrece su Villa Rundle con la sencillez y el encanto que definen la propia isla, pensado para que quienes entren en él se sientan a gusto, en paz, en armonía; y a ello contribuye la presencia o, mejor, la necesaria convivencia, con sus numerosos, bien cuidados y amigables gatos.





GOZADAS / Plus quam valor Valetta valet


"Cuando se entra en el gran puerto de la Ciudad Valeta, se queda uno pasmado de la hermosura del espectáculo que se despliega a su vista. Aquella ciudad, que se extiende en anfiteatro y parece mirarse en las ondas transparentes que la rodean; aquellos arrabales que se avanzan atrevidamente en el puerto enfrente de la ciudad principal; aquellas ensenadas cómodas donde se mecen navíos de todas dimensiones, llevando pabellones de todos colores; los numerosos edificios cuyo remate domina las casas que le rodean; las obras de fortificación y las ciudadelas que defienden la proximidad de la capital en todos sus puntos accesibles: todo esto forma un panorama grandioso y casi único en su género, una escena que hiere vivamente la imaginación". De nuevo recurro a Federico Lacroïx para definir la capital de Malta que, una vez más, se adapta perfectamente a una descripción hecha en 1771. Pueden pisarse aún las mismas calles empedradas y dispuestas en perfecta cuadrícula, muchas de las cuales bajan hasta el mar.

En esa época, no podía compararse esa ciudad "a ninguna otra capital en todo el mundo por la limpieza", aunque Lacroïx atribuye "al polvo del suelo, de las paredes de las casas y de las baldosas sobre las que se camina" las "cegueras y los males de ojos que en general aflijen a los habitantes de esta isla". Ciertamente, la construcción en piedra caliza, unida a las tempestades de polvo que llegan desde Libia, causan, no sé si problemas en la vista, pero sí, desde luego, que la limpieza de las casas tenga que ser constante.


Los edificios de La Valeta, como los de Gozo, pueden dividirse en los que resistieron los devastadores bombardeos de la II Guerra Mundial y los construidos después de esa fecha. Los primeros son una auténtica maravilla y muy bien construidos, además de contar a menudo con balconadas de madera, un elemento que prácticamente despareció tras siglos en los que los árboles eran continuamente requeridos para construir fortificaciones. Las casas más recientes, sin carecer de armonía, están construidas de pena, a menudo por los propios y no profesionales compradores.

Una guía de La Valeta es demasiado fácil de encontrar como para añadirla en este post y, desde luego, empezará por la visita a la Concatedral de la Orden de Malta, con su esplendor barroco llevado casi al hastío, sus impresionantes lápidas funerarias cubriendo el suelo y el maravilloso cuadro de Caravaggio sobre la decapitación de San Juan.

Mdina, la antigua capital de la isla, es un viaje a través del túnel del tiempo que merece la pena hacer, pero es, en realidad, como visitar un museo, pues carece de vida. La Valeta, sin embargo, a pesar de que su fibra vital también va en decadencia, en favor de las ciudades modernas y bulliciosas que la rodean, sigue teniendo el encanto de las ciudades portuarias, pues hoy, como hace doscientos años, "los marinos ingleses aman mucho el puerto de Malta, lo que es fácil de comprender: el vino va barato, aguardiente hay mucha, frutos en abundancia, comidas frecuentes y espléndidas, caballos excelentes y mujeres amabilísimas. Añádase a esto que, como son tan profundos los diferentes puertos, el barco casi toca con la orilla" y añádase hoy, también, que sea un país con bandera de conveniencia. Así que, "en las calles, en los salones, en el puerto, se encuentran personas de todas naciones y de las clases más opuestas: "embajadores, cónsules, gobernadores de las Indias, naturalistas, misioneros, refugiados berberiscos, oficiales, franceses, italianos, egipcios, leones africanos destinados para la Torre de Londes y jirafas conducidas por especuladores a Europa". Sustituyamos los leones y las jirafas por turistas.









GOZADAS / Gozo, "el beneficio de estar lejos"


Un viajero francés del siglo XIX, Federico Lacroïx, relata una anécdota muy reveladora que presenció en la isla de Gozo. Un soldado francés llegó a su buque cuando éste ya se alejaba y alquiló una lancha con cuatro hombres para alcanzarlo. Los hombres remaron con fuerza extraordinaria durante muchas millas, hasta que tuvieron que rendirse a la evidencia de que el buque estaba demasiado lejos. Desesperado, el oficial francés, no quiso resignarse y, blandiendo su espada, amenazó a los remeros. En este dilema, dice Lacroix, otros marineros se hubieran resignado a bogar hasta no poder más o se hubieran quitado de encima al histérico patrón atizándole con sus remos. ¿Pero qué hicieron los cuatro gozitanos? "Tomaron un partido más prudente; arrojaron sus remos, saltaron sobre los costados del buque y se salvaron a nado, dejando a nuestro héroe, espada en mano, esgrimiéndola contra las olas, y allí quedó meditando sobre las vicisitudes de las cosas humanas, hasta que fue apercibido por una lancha pescadora que volvía de Sicilia". Eso sí, los de la lancha, al verle ahí abandonado, pensaron que tendría la peste y, con una cuerda, lo remolcaron hasta el lazareto, donde quedó el francés con más motivos que nunca para meditar "sobre las vicisitudes de las cosas humanas".

Lacroix cuenta la anécdota para ilustrar sobre la formidable destreza de los gozitanos para la natación, pero a mí me parece significativa también de su idiosincrasia, pues no son un pueblo que avasalle ni se deje avasallar, acogedor por conveniencia y tradición pero en absoluto servil.

El mismo libro -tan curioso como divertido- describe a los malteses como fieles, activos, económicos, industriosos, vigorosos en el trabajo, llenos de valor y audacia, sobrios, "tan amantes de su país nativo que no pueden permanecer mucho tiempo en un país extranjero al cual le ha arrojado la miseria" y "tan propensos a los sentimientos piadosos que, aún en medio del escepticismo del siglo actual continúan haciendo sus prácticas religiosas con el mismo fervor que antes". Coincido completamente. Por contra, señala como vicios comunes que son violentos, vengativos, a veces poco sinceros, extremadamente celosos y supersticiosos. Probablemente también sea cierto, aunque no en su carácter violento, al menos un siglo y medio después de que eso fuera escrito. Sí le doy la razón en que "uno de los rasgos característicos es el espíritu mercantil y de cálculo" y en su "amor al dinero".




A lo largo del libro es fácil encontrar otras características plenamente actuales, como el paisaje de pueblos de casitas bajas de piedra con imponentes iglesias, de las que Lacroix dice que "en el exterior son de la mayor sencillez y en el interior, de una riqueza deslumbrante", lo que también puede decirse de las casas. Señala "el gusto pésimo" de las mujeres ricas, que "tienen la manía por las joyas y se cargan el pescuezo, las manos y los brazos de oro" y, en particular, de las gozitanas, señala que "llevan jubones que sólo llegan hasta debajo de los pechos y que ajustan de tal modo que hacen salir a éstos, y como la pañoleta con que los cubren es transparente, sus atractivos están a discreción de las curiosas miradas"... y la cita me hace sonreir cuando veo, en las noches del sábado o en las fiestas, la profusión de escotes, minifaldas y tacones de aguja en las mujeres, que se desquitan así de tanto pudor religioso. También siguen siendo exageradas y recargadas tanto en la ropa como en la decoración de las casas y en las fiestas, en las que, entonces como ahora, hay luces por todas partes, aunque ni Lacroix ni yo atribuimos eso al mal gusto sino a una estética infantil y mágica. "En todas partes se oye música y muy buena", y ahí también he de decir que, no sólo tienen buen gusto musical, sino cantantes impresionantes.

Pero también entonces Gozo y los gozitanos eran considerados singulares dentro del diminuto archipiélago maltés. Dice Lacroix que "aunque su suelo es naturalmente más fértil que el de Malta, el aspecto del Gozo es más alegre que el de Malta por razón de las montañas que hay en el país y por el verdor que adorna sus costados. Aquí se ofrecen a la vista a cada instante perspectivas grandiosas y sitios pintorescos". Y con esto, creo, está todo dicho.

Por aquel entonces, la travesía entre Malta y Gozo se hacía, habiendo buen tiempo y viento favorable, en menos de dos horas. Actualmente, el ferry recorre esa distancia en media hora. El Gobierno planea hacer un túnel o un puente que facilite aún más la comunicación y hay controversia al respecto. Muchos tememos que el asfalto que facilite la salida de los jóvenes hacia la Universidad también facilite la entrada de los especuladores urbanísticos. Y es que, como, una vez más, dice ese agudo viajero francés, "El Gozo ha disfrutado del beneficio de estar lejos", y en esa relativa lejanía reside buena parte de lo que a todos los visitantes nos induce a sentir que estamos en un lugar único y especial.


GOZADAS / Lo menos de lo menos y lo más de lo más

El pueblo más pequeño de una de las islas más pequeñas del mundo se llama Ghasri y, si el cercano Zebbug, hace referencia con su nombre al acebuche, éste alude a las prensas de aceituna con las que se hace el aceite. Sigue habiendo algunos olivos pero, sobre todo, un valle, Wied i-Ghasri, espectacular, sobre todo en primavera; un faro, Ta' Gurdan, desde cuya altura de 180 metros sobre el nivel del mar puede verse el valle y cuya luz se ve a 50 kilómetros de distancia; algunas salinas, una de las iglesias más antiguas, de principios del siglo XII y, sobre todo, Wiel il-Mielah Window, una segunda ventana rocosa al mar que se forma al final del valle y de un estrecho entrante de mar, de agua verdiazulada y que incluye una recóndita y maravillosa playa. No le faltan, pues, encantos, a un lugar tan pequeño que, una vez más, es un concentrado de belleza.




GOZADAS / El condimento del archipiélago


Es poco más que un peñasco que aflora del mar entre Malta y Gozo, de dos kilómetros de largo y 1,7 de ancho, pero es también mucho más. De nuevo, me quedo prendida y prendada de los nombres: Malta, una palabra que remite a la dulce miel y que tiene tantas resonancias (el halcón maltés, el bichón maltés, la leche malteada, la fiebre de Malta...) e historia, que es como una partícula elemental que concentra una enorme densidad; Gozo... el nombre realmente lo dice todo, es el placer más carnal y más espiritual; y Comino, el nombre de la especia que campaba a sus anchas por el islote cuando recibió ese nombre y el nombre cariñoso que se le da a algo o alguien realmente diminuto.


Decir que está deshabitado es mucho decir, si se tiene en cuenta la horda de turistas que van a bañarse en las aguas cristalinas de la Blue Lagoon durante buena parte del año y los clientes que acuden a su hotel buscando un paraíso que demasiadas personas encuentran, pero también tuvo mucha vida en siglos pasados, pues ya en época romana vivían algunos agricultores que sufrieron los ataques de los piratas y supieron defenderse en los numerosos albergues que la naturaleza les ofrecía, a los que, posteriormente, la Orden de Malta añadió algunas torres de vigilancia, una de las cuales, la de Santa María, en pie y presidiendo el canal, es la Prisión de If en la última versión cinematográfica del Conde de Montecristo, aunque hay bastantes películas más que han utilizado ese islote rocoso y virgen -sin carreteras ni coches y declarado reserva natural- como escenario. Sus escarpados acantilados, sus dos pequeñas y hermosas playas de arena, sus pequeños arroyos, su naturaleza virgen de arbustos silvestres y las cuevas que salpican su costa se prestan bien a ello.


GOZADAS / Gigantes en Liliput


Los primeros pobladores conocidos de Gozo se encontraron dos grandes templos que dominan un amplio y hermoso valle. No había memoria de quiénes los construyeron, pero tuvieron claro que sus predecesores fueron una raza de gigantes. ¡Gigantes en una isla mínima! Es chocante, pero comprensible, pues esos dos templos, adosados uno a otro, están hechos con bloques de caliza -que tuvieron que arrastrar desde la costa sobre enormes piedras labradas en forma de esfera-, algunos de los cuales tienen hasta cinco metros de altura y pesan cincuenta toneladas

Si los viéramos desde el aire, nos parecerían dos tréboles. Son, sin duda alguna, templos, pues pueden reconocerse fácilmente su entrada, pasillo central, ábsides y altares. Fueron construidos hace más de tres mil años (entre el 3600 y el 2500 antes de nuestra Era) y son, por tanto, considerados los templos más antiguos de cuantos han sobrevivido en el mundo; por tanto, Patrimonio de la Humanidad y una visita imprescindible. De la palabra maltesa para gigante (ggant) viene Ggantija, su nombre.






















Antes de acceder a ellos, por un paseo desde el que pueden verse las plantas que entonces tapizaban la isla, hay que atravesar un pequeño museo en el que, entre otras cosas, están algunas de las estatuas y objetos encontrados en los templos. Son suficientes como para poder hacernos una idea bastante exacta de las herramientas que utilizaban y su función, los objetos con los que se adornaban, qué comían, cómo eran y se veían a si mismos e, incluso, para quién






















levantaron 
esos gigantescos templos, pues, junto con algunas diminutas y esquemáticas figuras que pudieran ser masculinas, hay diversas estatuas, de todos los tamaños, de mujeres; todas similares, con idéntica falda y un aspecto que hace pensar que Botero se ha pasado la vida pintándolas. 

Así pues, los investigadores piensan que esa raza de gigantes o, al menos, de humanos que dominaban tanto la fuerza como la sensibilidad artística, adoraba a una diosa, para la que construyeron esos hermosos y magníficos templos. Debían realizarle sacrificios de animales, por los restos de fuego que hay en las piedras dispuestas a modo de altares y también se cree que las piedras interiores (de una clase de caliza más blanda que la de los sillares exteriores) estaban enyesados y pintados, pues había algunos restos de ocre rojizo.
Se la llama la Diosa Madre, aunque también podría llamársele la Diosa Tierra, la Diosa Vida, la Diosa Mar...